Confinamiento. Pandemia. Cuarentena. Encierro. Covid…
Luz y sombra. Claro y oscuro. Del blanco al negro.
Mirando hacia adentro, recuerdos, viaje al pasado, vuelta al presente.
Resistir, resistiré, resistimos. Aplausos y sirenas a las diecinueve y cincuenta y ocho horas mirando al vecindario, escuchando
la música con el sonido a todo volumen que algún alocado nos impone en la manzana de al lado.
Algunas tardes pasan grandes pompas de jabón volando por la calle que alguien lanza al vacío y que duran lo que duran.
Aire puro. Luz, pero sobre todo silencio durante el día y la noche.
Se oye el canto de los pájaros y el revuelo de los gorriones en el árbol que hay frente a mi ventana.
Una pareja de palomas ha hecho nido en un ventanuco de la casa deshabitada; cuando lo abandonan se intuye que algo se mueve dentro, es como un temblor, pero en unos días ya no está y la pareja desaparece sobre los tejados.
Niñez, traumas, referencias. La vida se acaba, lo que fue, lo que no pudo ser, lo que es.
Desde mi balcón veo pasar la cigüeña en vuelo rasante por la avenida desierta, sin coches ni humanos a la vista, se oye su batir de alas. Caminos que se bifurcan, años felices, años difíciles. Lo que queda permanece. ¿Mereció la pena?
¿Cuando me iré? Venimos y nos vamos, la cosa es así de sencilla y a la vez complicada.
Guantes, mascarillas, virus, virus, virus, virus, miedo. Abstracción, viviendo el presente, contando las horas, imponien-do rutinas para que el tiempo fluya más suavemente.
Del tiempo pasado surgen los recuerdos, añoranza… Obediencia. Vuelve la luz.
Ramón Siscart/ Junio 2020
Ramón Siscart Fotografías 